Vacunarse o no vacunarse, he ahí el dilema
Hemos vivido casi dos años entre el dolor y el sufrimiento de los otros que primero fueron extraños y ahora, cada día más, conocidos y hasta familiares. Su angustia y su soledad nos calan y nos estremecen; frente a ellos, no podemos quedar indiferentes.
Ante una crisis de las dimensiones que hemos vivido, que nos afecta a todos, frente a la que nadie es inmune, la objeción de conciencia para un mecanismo que puede ayudar a reducir la expansión del virus, los contagios y los índices de mortalidad es absurda y hasta desagradable.
Cierto que no se puede obligar ni forzar a nadie a vacunarse pues, al ser un procedimiento invasivo, requiere el consentimiento de la persona, pero también es cierto que rechazarla representa un acto no de desobediencia si no de criminalidad.